Veo mi rostro multiplicado
en un listado de gente desaparecida.
Viejo y acabado, aún lleno de odio,
sufro por el cielo incinerado.
Si se apagara la llama
y despertara del sueño
volvería a la presencia de Jehová.
He enjaulado el último argumento.
El poema se me cae a pedazos.
Lo que me está matandoes la imparable acumulación
de silencio.
Como una especie de sarro,
se me junta en los intestinos y en la cabeza,
hiede a sudor, a esperanza traicionada,
y me tapa las arterias.
La gente a mi alrededor se pregunta
por qué cresta siempre lo dejo todo
embarrado de silencio.
Si no existe el amor, existe la guerra.
Rostro de cuchillo, voz del apocalipsis.
Niño recién nacido, en tus dos ojos
sufro por las cosas que he perdido.
Si te quitara la vida,
tus ojos se volverían
agua serena, profunda y helada.
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