domingo, 14 de septiembre de 2025
Muerte infantil (poema)
sábado, 6 de septiembre de 2025
A una desconocida (cuento)
¿Debo confesarme? He sido ángel y demonio, como todos; quizá también tengo algo de duende, quizá algo de perro, algo de monje sagrado. ¿Qué les importa a ustedes? Yo hablo de lo que veo. Todos los días, a las siete de la mañana, me encontraba con la misma chica en la parada de bus. Casi siempre subíamos juntos, sin conocernos, pagábamos el pasaje al mismo tiempo, sin tocarnos y evitando mirarnos. Esta situación se prolongó por tres semanas, más o menos. Un día, mientras íbamos de pie uno junto al otro, cada uno mirando memes por su cuenta, el bus frenó de golpe para no atropellar a una vieja gorda, y la chica de la que les hablo no pudo evitar caer en mis brazos. Ella se sonrojó y tres veces me pidió disculpas, y alzaba la palma de la mano para clamar inocencia. Yo le respondí con indiferencia que no se preocupara, que no había problema. Hado caprichoso, quisiste que la siguiente fuera la parada habitual donde ella bajaba. Al otro día volví a verla en la parada inicial, pero ella procuró subir al bus antes; siempre subíamos atravesando una masa de obreros, colegiales, oficinistas. Ella se ubicó de pie con la espalda apoyada sobre el cristal que daba al amanecer; hubieran visto el tono que adquirió su cabello castaño… Al pasar frente a ella le dije hola; no lo pensé, me pareció natural porque la veía todos los días y habíamos cambiado la palabra una vez. Obviamente, ella fingió no verme ni oírme; me fui a sentar al fondo del bus. Y al día siguiente no la vi en el paradero. Nunca volví a verla, de hecho. Alguna vez la esperé hasta las siete y media, ocho, ocho y media, hasta las diez; daba excusas tontas para llegar tarde al trabajo; alguna vez la esperé allí desde las cinco de la mañana. Aquello se transformó en una especie de ritual que yo observaba con fidelidad, no porque estuviera enamorado, a fin de cuentas, de una extraña, sino porque me preocupaba la posibilidad de que ella se había tomado tantas molestias cambiando su ruta habitual solo para evitarme, siendo que yo no la pretendía. Es más, yo quería encontrarme con ella para demostrar mi indiferencia. Si la hubiera vuelto a ver, ni siquiera la hubiera mirado, y entonces todo hubiera vuelto a ser como al principio: los dos extraños, unidos fielmente por un contrato de absoluta indiferencia; los dos juntos apoyados contra la ventana, ella chateando con sus amigas o con su pareja; yo mirando memes, fingiendo mirar memes mientras la miraba a ella, sin tocarla, embobado en su cabellera castaña encendida por el sol.
viernes, 25 de julio de 2025
Ofelia
Tu sangre melancólica. Tu muerte que otros han creído dudosa; muerte que yo conozco. Tu sangre entre mis dedos, Ofelia. La canción que cantaba para ti debía durar para siempre. Quise abrirte mi corazón para que vieras la herida siniestra que llevo en él, y me amaras. He criado una flor para verla caer enseguida. Yo la marchité; yo dudé. Te miré y te pensé, pero no te entendí sino hasta que no soportabas el dolor. Al cielo te vas, bella Ofelia, perdida en un laberinto de palabras que no se dijeron, llorando la unión profunda y agitada que nunca fue y, sin embargo, dejó de existir de repente. Te vas y toda la vida es mentira. Yo me vuelvo otra vez a la guerra y a mi destino de cuervo maligno; tú, Ofelia, fuiste el último rayo de sol en el mundo.
martes, 7 de enero de 2025
Hasta que la muerte (poema)
Unidos en la arena, en la espuma, hasta que la muerte nos separe.
Dispersos en las costas de la carne hasta que la muerte nos reúna.
Te toco y eres tiempo que se fuga: el sexo, las lágrimas, las calles.
Somos laberinto inescapable, faunos que alucinan y que buscan.
Mundo resumible en una urna, separada Tierra inconsumable,
blanca tierra, subterránea sangre, hasta que la muerte nos reúna.
domingo, 15 de diciembre de 2024
El rey de la ciudad fantasma (Cuento)
| El último rey, de Alfred Kubin |
Para Gustavo Conde.
Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre;
Él nos guiará aún más allá de la muerte.
(Salmos 48:14)
… Y mi ángel me encomendó este último trabajo. Bajo su influencia llegué a un país desconocido: este era un inmenso valle que comenzaba por el norte en un desierto, pero hacia el sur se tornaba verde y se llenaba de lagunas y ríos. Al principio era todo campo, campo hasta donde alcanzaba mi vista. Recorrí sucesivamente el bosque verde y azul, el bosque anaranjado fluorescente, y el bosque violeta de troncos siniestros. Al emerger de allí, después de andar cinco días, encontré una aldea calcinada. Y otra vez el campo infinito. Seguí andando durante semanas hacia las regiones frías. A pesar de la abundancia de tierra y alimento, no encontré una sola alma, sino solo ruinas y lápidas. Los bosques se volvían cada vez más pardos, luego cada vez más blancos. Más cerca del centro del valle, todo lo cubría una neblina gris. Vi restos nevados de granjas y pueblos, y cementerios; primero losas humildes dispersas entre la maleza, luego cuadras y cuadras de sepulcros y de entradas a catacumbas. Ya en el centro nevado del valle, grandes parques con mausoleos de diamante y cristal, bañados en ceniza.